Globalización y localización son fuerzas opuestas. Sin embargo, ambas coexisten en la actualidad y su presencia repercute de manera fundamental en cómo organizan sus cadenas de suministro las empresas más grandes del planeta.
Mientras que la globalización empuja hacia la creación de empresas globales que den respuestas a un mercado mundial y homogeneizado, la localización invita a tratar de manera específica cada mercado y cada región, adaptándonos a sus gustos, necesidades y particularidades, además de acercar las fábricas y almacenes a los consumidores.
¿Por qué, siendo opuestas, ambas comparten espacio en la actualidad? ¿Qué consecuencias tienen ambas opciones? ¿Cómo puede afeptar esto a mi logística?
Qué son las nuevas compañías globales
Las últimas décadas han visto el surgimiento de las llamadas compañías globales. Compañías cuyo mercado es todo el planeta. Es importante diferenciar a estas empresas globales de las empresas que simplemente se limitan a exportar a algunos países. Una empresa auténticamente global se proveerá de materiales y productos en distintos lugares del planeta, a menudo también con diversos centros de producción y almacenamiento a lo largo del globo.
Para estas compañías globales sería idílico que los mercados y los compradores fueran perfectamente homogéneos en todos los rincones del mundo. Así podrían venderles la misma bebida, los mismos electrodomésticos o la misma ropa. Esto les permitiría reducir sus costes de manera muy importante gracias a la economía de escala: ahorros en la fabricación, compras de suministros de mayor volumen y a mejor precio, etc.
En parte, este sueño de las empresas se ha ido haciendo realidad. La globalización de la sociedad se ha traducido también en una globalización de los gustos y de lo que consumimos. Sin embargo, aunque el fenómeno de la globalización surta efecto, no se puede negar la realidad de que siguen existiendo variaciones locales y regionales. A veces con sutiles diferencias y en ocasiones con cambios radicales respecto al resto del mundo.
El problema logístico de la Globalización y la Localización
Las empresas globales quieren aprovechar ese ahorro en la fabricación y las compras. Sin embargo, este proceso tiene una repercusión directa en las necesidades logísticas de las compañías. Aquí es donde deben medir si es mayor el teórico ahorro en costes o el mayor gasto en transporte que supone el tener que abastecer la misma cantidad de lugares desde un número de fábricas menor -y por lo tanto más alejadas de sus destinos-.
La pregunta parece clara: ¿cuál es el grado de descentralización apropiado para mi empresa? ¿Cómo de globalizadas o localizadas he de tener mi fabricación, mi logística y mi gestión? Martin Christopher propone en “Logistics and Supply Chain Management” tres alternativas principales: fábricas especializadas, centralización de inventarios o localización.
La mejora de costes de producción no debe hacernos olvidar otros costes y dificultades
Fábricas especializadas
Esta opción apuesta por crear factorías especializadas en una cantidad muy pequeña de productos para lograr esa tan ansiada economía de escala. Su ideal: tener una limitada gama de productos y en enormes cantidades con los que abastecer -y agradar- al mundo entero.
Christopher cita el ejemplo de la marca Heinz, cuya producción de kétchup para toda Europa tiene lugar en apenas tres centros de producción. Y que en su búsqueda de la mejora de costes es capaz de ir variando la producción de uno a otro centro según van variando los costes locales.
El problema, como ya hemos comentado, es que esta búsqueda de la mejora de costes en la producción nos haga olvidar otros gastos o problemas adicionales. El transporte es el primero que viene a la cabeza, ya que el número de kilómetros a recorrer será mayor, lo que repercutirá tanto en el precio como en los periodos de entrega. Pero existen otros problemas menos obvios, como puede ser el etiquetaje de productos en muchos idiomas en un mismo envase (sin olvidar que el mismo producto a veces cambia de nombre en diferentes países).
Por último, estos modelos productivos también presentan menos habilidad y flexibilidad a la hora de adaptarse, ya que se encuentran cómodos en la rigidez de la producción masiva y los grandes números. Cuando los productos tienen ciclos de vida corto o exigen posibilidades de personalización o variedad estos tipos de soluciones sufren.
Centralización de inventarios
Los inventarios centralizados, frente a los inventarios dispersos en numerosos almacenes, han demostrado que permiten reducir de forma muy importante la cantidad de stock necesario, así como de stock de seguridad. Esto ha llevado a que cada vez más compañías cierren sus almacenes nacionales para dar paso a centros de distribución supranacionales que dar cobertura a la vez a muchos países.
Un paso más allá quiere ir la centralización digital de los inventarios. En este caso no hablamos de unificar físicamente los espacios y los stocks, sino de unir informáticamente la gestión de diversos almacenes para que puedan compartir su información, por muy alejados que estén. De esta forma, los productos de otros almacenes pueden dar respuesta a las necesidades de regiones diferentes en caso de ser necesario.
Localización
La fuerza de la globalización es innegable, pero hasta ahora su victoria no ha sido absoluta. Seguimos comprando de formas diferentes, nos gustan coches diferentes y nuestra cultura y hábitos de vida siguen sin ser homogéneos a lo largo de todo el planeta.
La localización apuesta por dirigirse a los mercados locales y adecuar los productos a las particularidades de cada región. Además, Martin Christopher propone también la demora a la hora de dar forma final al producto. La idea consiste en crear productos semiterminados genéricos que solo más tarde reciben su forma final, que es la que les permite ser más adaptables.
Este modelo aporta varias ventajas. Por un lado, la creación de productos semielaborados genéricos facilita aprovechar las ventajas de la economía de escala. Además, también facilita el almacenamiento al reducir la necesidad de inventarios: no necesitamos productos terminados de todas las variedades, sino muchos semiterminados y un número menor de los componentes que permiten el acabado final. De paso, esta manera de trabajar también facilita la predicción de la demanda -los errores son menos graves al tener ese producto intermedio común- y permite a la empresa ser más flexible ante posibles cambios.
Al aplicar esta filosofía a toda la empresa el ensamblaje final del producto puede llegar a realizarse en los centros de distribución más cercanos al destino final. E incluso, defiende Christopher, puede llegar a ser un operador logístico externo el encargado de llevar a cabo esta tarea.
Las empresas que tienen que responder a productos con ciclos de vida reducidos o que obtienen una gran ventaja competitiva al poder ofrecer productos personalizados a sus clientes tienen buenas razones para optar por esta solución.
Como hemos visto, no hay una respuesta única respecto a la globalización y la localización. Mercados más homogéneos conviven con otros que siguen aferrados fuertemente a sus particularidades geográficas. Las compañías globales se ven obligadas a mantener diferentes portafolios de productos en sus diferentes mercados, mientras que muchos gigantes de la alimentación varían el sabor de un mismo producto en distintos países para atender a las preferencias locales (aunque mantengan el mismo nombre).
La solución logística adecuada dependerá de cada empresa, de cada sector y de cada región; sin fórmulas mágicas y prestablecidas que te aseguren la mejor opción. Conocer en qué ámbito nos movemos y la capacidad para conocer nuestros costes y saber valorar cuándo nos compensa más una opción u otra será fundamental para poder acertar.
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